1 de Noviembre. Se respira ausencia y dolor. Miríadas de personas acudiendo a los cementerios para llevar flores y llorar a los ausentes.
No sé qué dio origen a esta costumbre tan desgarradora, lo que sé es lo que provoca en mí y en muchas de las personas que conozco. Dolor, pesadumbre, miedo, tristeza, impotencia…
Nos han enseñado a creer que debajo de esas lápidas aún están nuestros seres queridos y que por tanto tenemos el deber de cuidar esa que ahora es su casa e ir a verlos de vez en cuando, pero sobre todo, el día de todos los santos.
Si ese día algún nicho o panteón no está limpio y con flores nos apenamos por aquel que yace ahí porque sentimos que nadie le echa de menos.
Y año tras año en esa fecha nos aferramos al dolor y a la ausencia de los que ya no están y miramos a la muerte con terror, como a una gran enemiga que nos acecha.
Pero en realidad lo que dejamos en el cementerio es únicamente el vehículo que esas almas que tanto quisimos y queremos usaron esta vez para realizar su experiencia terrenal. No se nos ocurriría llevar flores a una chaqueta que usaron y sin embargo, llenamos sus tumbas.
Cada uno somos libres de elegir cómo recordamos a aquellos que ya no están en este plano pero cuando pienso en el día que abandone esta encarnación lo que deseo es que, a pesar de la dificultad de sobrellevar mi ausencia, los que me aman celebren mi vida. Me gustaría que recordasen los maravillosos momentos compartidos, las lecciones aprendidas juntos, los sueños logrados, las metas que se han quedado para el próximo viaje, lo que les enseñé y lo que me enseñaron.
Me encantaría que celebrasen mi muerte porque eso significará que he vuelto a casa, que completé de nuevo un ciclo, que me habré liberado de esta envoltura de carne y huesos que a veces limita mi expansión, que amé y reí, que lloré y grité, en definitiva, que VIVÍ.
No quiero flores, ni tumba que cuidar. Quisiera que mi familia y amigos se reuniesen los 1 de noviembre para comer, beber, reír y recordar el gran regalo que fue compartir juntos tantos momentos felices.
Somos humanos y conozco bien la tristeza que nos invade cuando un ser amado parte para otros planos. Pero en lugar de aferrarnos a ella, anclémonos en el amor que ese ser nos dejó, en la felicidad compartida, en las risas y en los abrazos.
Ojalá en un tiempo cercano, el día de difuntos se convierta en el día de la VIDA. Porque eso es lo que a mí me gusta celebrar.
Feliz Vida para todos, estéis en el plano que estéis.
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