Mar estaba muy desconectada de los placeres de la vida. En ese momento tenía que sacar adelante sus prioridades que con unas cuantas responsabilidades y un nuevo proyecto laboral ya eran bastante; su foco estaba concentrado en llevarlo a cabo y hacerlo posible. No es que hubiera tirado la toalla en eso del amor, pero no le apetecía nada hacer ningún esfuerzo en ese sentido, en honor a la verdad tampoco había conocido a nadie interesante, excepto que se había reencontrado consigo misma y estaba muy a gusto disfrutando de su libertad, de su paz. No tenía ni ese tiempo, ni ese caudal energético.
La primera vez que vió a Sergio estaba bailando sin camiseta, una calurosa noche de verano en un concierto al aire libre en Madrid, pasó su mirada por el fibroso cuerpo de él, pero le pareció demasiado delgado tan siquiera para imaginar más allá.
Estaban en un concierto de un grupo de música POP, cantando a pleno plumón viejas canciones y dando botes como quinceañeros. Ella llevaba un pantalón vaquero corto, botas boho con plumas y una camiseta de tirantes, estaba morena y como único maquillaje llevaba carmín rojo en los labios.
Había ido con amigos y uno de ellos saludó a Sergio y le acercó al grupo. Cuando se lo presentaron y le vio cara a cara le pareció “mono”, sin más, pero cuando él sonrió, comenzó a hablar y a mirarla fijamente, todo cambió, se sintió desarmada completamente, ese hombre se transformó, creció de cero a cien, de repente era mucho más guapo, más corpulento y desde luego mucho más irresistible. Por un momento sintió que todo a su alrededor desaparecía y solo estaban los dos, hablando, sonriendo, existiendo.
Y fue en ese momento en el que ella se dio cuenta que estaba completamente hipnotizada. Los gestos amables de él, correctos, educados y sensibles despertaron a la cazadora que dormitaba en su interior, y poco a poco fue levantando una ceja y dibujando un gesto de aprobación con sus labios fruncidos.
Supo que llevaba poco más de un año separado, tras varios años de convivencia, que ella, unos años mayor que él, le había dejado de la noche a la mañana porque él era “predecible” y ella quería explorar relaciones abiertas. Tras la ruptura, él se había centrado en su trabajo, sus rutinas y su soledad.
Cuando le contó la historia de forma espontánea, lo que más le gustó fue como hablaba de su ex, desde el cariño y la paz de alguien que ha sanado su herida, que ha integrado el aprendizaje, sin rencores, solo desde la aceptación y el agradecimiento.
Él no le preguntó si ella tenía o no pareja, era muy cercano, tierno y amable, pero en ningún caso percibió ninguna señal de que él estuviera interesado en ella, ni un gesto cómplice, ni un roce, ni una miraba robada, nada de nada. Ella entendió que era un chico encantador y educado pero que no se sentía atraído por ella.
Cuando el concierto continuó después del descanso, él se fue con sus amigos. Ella le miraba disimuladamente, pero él en ningún momento la miró, siguió bailando, ella siguió deleitándose recorriendo su piel con la mirada. Cuando terminó el concierto él había desaparecido de su campo de visión.
Ella se fue con sus amigos a la Pradera y se tumbaron todos allí, riéndose y charlando entre ellos. Habían bailado toda la noche, estaban exhaustos, empapados y alegres. Era una preciosa noche de agosto, sin luna, el cielo índigo estaba lleno de estrellas y justo esa noche era la famosa noche de las Perseidas.
Así que allí se quedaron todos disfrutando de un espectáculo único unas cuantas horas más, mirando al cielo, sin rastro alguno de Sergio. Ella pensó en él con nostalgia, pero a sus años ya había aprendido a relajarse y dejarse llevar por el fluir de la vida, en vez de resistirse y tratar de imponer sus fantasías. Esto último nunca funcionaba.
La vida volvió a su rutina y el verano dio paso al otoño. Tres meses más tarde ella recibió una llamada,
Sergio- «hola soy Sergio, el amigo de Hugo, no se si te acuerdas de mi, nos conocimos en el concierto de La Pradera»
Ella sintió como de repente una extraña sensación de miedo se había apoderado de ella, la boca del estómago se cerraba
Mar- «hola Sergio me acuerdo de ti», (risa tonta) «¿qué tal estás?»
Sergio- «quería hablar contigo»
(silencio) La sensación de miedo se intensificaba y ahora subía a la garganta
Mar- «dime»
Sergio- «Ante todo quiero que sepas que es la primera vez que hago esto. Por alguna razón que no puedo explicarme, no he dejado de pensar en ti desde que nos conocimos. He tratado de olvidarme de ti, porque todo esto me parece una locura, pero no he podido. No sé si tienes pareja, pero necesito decirte que tengo la sensación de que no es la primera vez que nos vemos, que es un reencuentro, que eres la mujer que estoy esperando, sé que no nos conocemos, pero al mismo tiempo sé que sí te conozco, más de lo que yo mismo puedo entender.
La noche que nos vimos sentí que viajaba a otro mundo donde estábamos tu y yo, con otros cuerpos, en otra época, pero la sensación que tuve fue la misma. Eres tu, me estoy escuchando diciéndote esto y me parece que estoy loco, pero eres tu, necesitaba decírtelo. Ya he llegado a ese punto en mi vida en el que solo quiero la verdad. En el que debo ser honesto conmigo mismo primero y con los demás. Especialmente contigo.
Me encantaría que me dieras la oportunidad de mostrarte como soy, quien soy, lo que siento por ti y lo que me has despertado. No te prometo un futuro, pero si te ofrezco un presente de entrega y amor, mucho amor, todo el que me permitas dar».
De repente él se calló y hubo un silencio, un hondo y profundo silencio. Ella no sabía que decir, era una mezcla de sensaciones, por un lado miedo, mucho miedo, miedo a sentir, miedo a que fuera mentira, miedo al fracaso, miedo a sufrir, miedo a perder, miedo a vivir. Y por otro se sentía sorprendida, ilusionada. Las mariposas en el estómago revoloteaban sin control. Y el cosquilleo de sus piernas le recordaban un ligero temblor.
Mar- «perdona pero no todos los días tengo una llamada así. Me has dejado sin palabras. Yo también he llegado a ese momento de ser sincera. No tengo novio. Tu a mi también me gustas. Y sí, creo que podemos conocernos más».
La siguiente vez que les vi ya estaban juntos, tres días después de aquella llamada comenzaron a vivir en la casa de él. A todos nos sorprendió la intensidad de su relación. Hasta que les veías juntos. Por separado eran estupendos, pero los dos unidos lo eran mucho más y era como si siempre hubieran estado juntos, brillaban, esa era la palabra. Emanaban luz, y cuando se miraban entre ellos las Perseidas aparecían a su alrededor. Eran magnéticos. Casi no hablaban, se miraban, sonreían, se comunicaban desde otro plano, desde otra dimensión. Ellos hacían posible que todos creyéramos en el amor.
Porque ellos eran amor.
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