Una llamada interrumpió su rutina matinal, acababa de encender el teléfono, después de meditar y justo mientras saboreaba el primer café de la mañana. “Necesito tu ayuda”, le dijo un viejo amigo con el que había trabajado años atrás. “Lo que esté en mi mano ya sabes que puedes contar con ello”, le contestó ella casi por inercia. “Un poco más que tu mano, necesito que vengas a Berlín lo antes posible. Te enviaré los billetes en cuanto me digas cuándo podrás volar.” “De acuerdo “acertó a decir ella.
En cuanto colgó de teléfono se sintió absurda, tenía que haberle preguntado porqué, o haberle pedido más información. Era una locura. Hacía años que no sé nada de él. Pero si se lo pedía, tendría sus razones. De forma instintiva ella sabía que no podía obviar esa llamada, algo en ella le decía que debía viajar y no podía retrasarlo mucho. Así que revisó su agenda y le propuso varios fines de semana como opción. Él eligió el primero de la lista.
Nunca había volado a Berlín, así que cuando llegó todo era nuevo para ella, todo, excepto verle. Entre ellos siempre hubo una relación de admiración y de cariño sincero, se respetaban mutuamente. Formaron un buen equipo la parte racional de él, con la parte creativa de ella eran invencibles. Se complementaban a la perfección.
Se reconocieron en el aeropuerto y se fundieron en un fuerte abrazo. «Qué alegría verte», le dijo, «estás como siempre, incluso más guapa». Ella se rió con ganas y le preguntó, «¿estas bien?». «Después te cuento». Se montaron en un coche y salieron de la ciudad, conduciendo entre pueblos encantados y paisajes verdes. «Que bonito es todo esto», le dijo. Él sonrió en silencio mientras una música tipo chillout suave les acompañaba.
Al cabo de las horas llegaron a una casa de campo con un gran tejado en forma de v invertida y entraron a través de una verja que se abrió. Una vez dentro se bajaron y allí había un grupo de personas que les estaban esperando. La curiosidad de ella que había ido en aumento desde la primera llamada, era casi imposible de calmar.
Sentados en un gran salón sobre cómodos sofás, sillones, pufs y sillas había congregadas unas 15 personas que no había visto en su vida, el que lideraba la reunión era su amigo, y estaba expectante por entender que hacía ahí y cual era el motivo de esta reunión.
«¿Tu crees en los extraterrestres?» Le preguntó, ella no podía salir de su asombro. «¿Perdona? ¿Me has hecho venir para preguntarme si creo en los extraterrestres?». Todas las miradas estaban fijas en ella. Y todos guardaron silencio. Así que ella misma contestó sin rechistar: «entiendo que no vamos a ser los únicos seres que encarnan sea en el planeta, la dimensión o el universo».
Todos parecieron respirar tranquilos y él tomó la palabra. «Te hemos hecho venir hasta aquí porque llevamos años contactando con extraterrestres, teniendo avistamientos, preparando un encuentro y nos han pedido en el último contacto que tu formaras parte de ese encuentro».
Ella pensó por unos instantes si se había precipitado viniendo, qué clase de personas estaban allí rodeándola, había una frontera entre la sensatez y la exaltación paranoica y quería estar segura no haberse metido en la boca del lobo. Pero como ya estaba ahí, a él creía conocerle bien y entendía que las cosas siempre se daban por alguna razón, alejó sus resistencias y pidió entender mejor. Quienes eran, qué información les habían dado, cuándo sería el encuentro y el objetivo de ese encuentro. Ella creía en todo y al mismo tiempo no creía en nada. Le molestaba el fanatismo, fuera del tipo que fuera, y trataba de mantener un equilibrio, el suyo, el que ella consideraba sano para su salud mental.
“Todo lo que debes saber es que dentro de dos noches será el encuentro en un enclave cercano y que todos los que estamos aquí debemos ir. Cuanta menos información tengas, menos contaminada podrás estar. Así que si te parece vamos a cenar con horario europeo y tratar de estar lo más distendidos posibles”.
Conoció más profundamente al grupo, había una pareja Brasileña, un chico Peruano, un señor argentino, dos hermanas alemanas, un italiano, varios americanos, un australiano y el resto españoles. Cada uno se dedicaba a una profesión diferente, empresarios, directivos, esquiadores, terapeutas, profesores de universidad, periodistas….. Era un grupo muy interesante, culto, respetuoso, divertido y desde luego todos ellos aparentaban ser personas “normales” con gran interés en los OVNI.
Llegó el gran día y allí estaban todos, bien abrigados para permanecer el tiempo necesario en medio de un hermoso bosque junto a un lago. Se tumbaron boca arriba sobre esterillas y mantas mirando el cielo, creo que jamás he visto tantas estrellas, la noche era muy oscura, lo que permitía ver mucho más allá.
En un momento dado mi amigo nos pidió que nos pusiéramos de pie y nos diéramos la mano formando un gran círculo. Que cerráramos los ojos y solo sintiéramos. Lo primero que sentí fue como si mis pies se volvieran muy pesados y se pegaran al suelo, a la tierra, hubo como un anclaje, y después de eso sentí que algo entraba a través de ellos y subía por todo mi cuerpo, cuando llegó al tope de la cabeza comenzó a expandirse desde el corazón y la sensación es que me hacía grande, inmensamente grande. Los oídos comenzaron a escuchar sonidos imposibles de explicar, la piel a detectar presencias, los ojos cerrados a ver. Y una sensación de calor abrasador en el entrecejo cada vez más intenso hasta que se hizo insoportable y estalló como un tapón de corcho en una botella.
Apareció frente a mi otro mundo, según pude comprender era un portal dimensional, un mundo muy luminoso, casi cegador, los colores eran muy vivos y había una especie de catedral de cristales al fondo, delante de la puerta había tres seres, con forma humana, dos hombres y una mujer, radiantes, irradiaban paz, serenidad y amor. Un amor más allá del amor. Me llamaron por otro nombre, me dijeron que era mi nombre álmico, que estaba allí para despertar mi consciencia y ayudar a los demás a despertar la suya.
Me sentía como en casa, les sentía como mi familia, todo era agradablemente nostálgico. Era el momento de comenzar a trabajar de una forma activa en mi propósito de vida. Y ellos siempre iban a estar conmigo, de hecho siempre lo habían estado. Me dijeron muchas más cosas que iré recordando según necesite, sentí su calor, su contacto en mis manos, las sensaciones en todo mi cuerpo. Y también sentí que el tiempo dejaba de existir y que me dejaba llevar lejos, muy lejos, hasta perder la consciencia.
Cuando abrí los ojos mis compañeros estaban a mi alrededor, se sentían frustrados porque no había aterrizado ningún platillo volante, no habían aparecido figuras en el cielo y aparentemente no se habían manifestado los seres extraterrestres. Y ahí comprendí que la mente necesita estímulos racionales, sin permitir el enorme poder que habita en todos nosotros mucho más sutil. Así que volví a colocarles en circulo, esta vez sentados y les conté mi experiencia. Los que estaban preparados para entenderlo lo entendieron, los que no, dudaron de ello y esperaban más artificiosidad en las apariciones, más teatralidad.
Les pude explicar muchas cosas que parecían brotar de mi boca, que no de mi mente, que todo es perfecto, que todos somos uno, da igual del plano de consciencia en el que estemos: elementales, intraterrenos, extraterrestres, seres de luz, maestros ascendidos, incluso seres aún encarnados con vibración elevada.
Pude transmitir que hay que dejarse sentir, latir, vibrar dentro de uno. Si tienes que vivir estas experiencias llegarán a ti, sino no es tu camino. La búsqueda no es hacía fuera. Sino hacia dentro. Cada uno tenemos un camino, único, diferente, perfectamente diseñado por nosotros con las vías de escape necesarias para permitir el libre albedrío, pero todos avanzamos para lograr objetivos comunes y para despertar consciencias en GAIA. Que hay que abrir la mente y dejarse fluir desde la intuición. Romper la rigidez, lo establecido, los esquemas arcaicos, los miedos inculcados, lo que tiene que ser y dejar aflorar el amor con naturalidad, sin hacer nada, tan solo abrirse a que las cosas sean como son.
Entendí que si eres de los que culpan a los demás por lo que pasa en su vida, padres, parejas, jefes, amigos, hijos, familia …, es hora de dejar de hacerlo y de responsabilizarse directamente de ti y de tus actos. No podrás cambiar lo que ya ha pasado, pero sí puedes comenzar a vivir tu presente desde otra perspectiva mas compasiva y con otra actitud mucho más alegre. Entender que todo son experiencias, no castigos. Que todos son compañeros de camino, no enemigos. Y que tu eres, has sido y serás la mejor versión de ti mismo en cada momento.
Disfruta de tu vida, es tuya, es para ti, para algo mucho más grande de lo que vemos y más corta de lo que nos pensamos. ¡Despierta, fluye, siente y ríe!.
Muchas gracias Popi.
Tú mensaje me llega hondo y me emociona.
Muchísimas gracias a ti Adrián. Un abrazo de luz.