En el arduo camino que todos llevamos a cabo para conseguir fluir desde el corazón, uno de los grandes retos al que nos enfrentamos es la gestión de las expectativas en un primer estadio y en otro más avanzado vivir sin ellas. Vivir sin esperar nada. Vivir fluyendo, permitiendo que la vida nos sorprenda sin arriesgar la paz e ir aprendiendo de como afrontamos cada paso.
Cada relación que comenzamos, sea del tipo que sea, laboral, amistad, sentimental o familiar lleva aparejadas unas expectativas, unas esperanzas, unas proyecciones mentales que cada uno de nosotros creamos, con o sin complicidad de los otros. Es innato, es casi irracional, es un mecanismo automático de la mente. Crear expectativas también en muchos casos nos ayuda a proyectarnos en un futuro idílico porque no queremos enfrentarnos con un presente insatisfactorio. Y nunca vamos a mejorar ese presente y nunca vamos a alcanzar ese futuro.
Alimentamos fantasías y deseos que nos ayudan a sobrellevar el día a día, a dotarlos de momentos más mágicos, más originales, más románticos, más espectaculares. Siempre perfilado según nuestra mente y según lo que nosotros soñamos. Delegamos la realidad, la consciencia, incluso la responsabilidad a un segundo plano, esperando que lo que «yo quiero», se cumpla casi a pies juntillas, sin tener en cuenta quien es el otro o qué es lo que el otro desea.
No sólo no es real, ni justo, sino que además es tremendamente egoísta e infantil. Y todos cometemos esos errores. Tenemos tantas expectativas puestas en nuestros amigos que después nos fallan porque no las rozan tan siquiera, en las parejas que después nos decepcionan irremediablemente una y otra vez, en los trabajos que terminan con el sabor agridulce de una enorme sensación de frustración.
El primer paso desde luego es saber quienes somos, qué es lo que uno quiere y como lo quiere, es decir, mirar hacia adentro, enfrentándote a tus fantasmas y dejándoles salir, reconociéndote y aceptando lo que ves, queriéndote plenamente. Y después es vivir acorde contigo mismo, con tus principios, con tus planteamientos de vida, hacer las cosas sin esperar nada a cambio, si los otros te nutren serán buenos para ti, si los demás no te aportan nada positivo, mejor que no sigan en tu vida.
Pero que no te pases la vida esperando que otros digan lo que esperas oir, o que otros hagan lo que esperas hacer. Eres tu quien lidera tu vida, quien decide quienes son tus amigos, quien es tu pareja, donde y como quieres trabajar. Eres tu, quien decide lo que no quiere y debe decir que no, con una sonrisa, desde el equilibrio, la armonía, el amor; pero ser tu, y defender que eres tu. Y también eres tu el que si quiere algo lo debe verbalizar de forma clara y directa.
Esperamos milagros en nuestra vida, que otros nos rescaten, que otros nos iluminen, que otros nos defiendan, que otros vengan en un jinete blanco con una rosa roja en la mano y nos declaren su amor eterno. Deja de pisar arenas movedizas y pisa con firmeza. No otorgues tu poder a otros. Coge la riendas de tu vida y vive. Una día te costará más saber qué quieres, otro menos, hasta que te levantes un día descubriendo que tu reflejo ya no te sorprende y que te has hecho cómplice de tus sombras.
Gestiona las expectativas que pones a las cosas, delimita la frontera entre lo que quieres crear, lo que esperas crear, donde lo estás creando, con quien lo estás creando. Podemos cocrear, pero no podemos cambiar a las personas que nos rodean a nuestro antojo, sin permitirnos ver como es ese otro. Deja de lado ese afán por cambiar a las personas haciéndolas mejores según tu criterio. Porque tu camino lo transitas tu, lo que es bueno para ti lo decides tu, lo que es bueno para los demás lo tienen que elegir ellos, incluso si pretenden pasarte a ti esa responsabilidad. No caigas en el afán paternalista y endiosado de repartir ese tipo de justicia, porque lo que ves solo es una pequeña punta del gigantesco iceberg que está por debajo. Somos mucho más de lo que nos creemos.
Gestionarlas no quiere decir renunciar a nuestros deseos, ni limitarnos a la hora de querer más y mejor. Gestionarlas es observarlas desde la neutralidad, el equilibrio, la armonía y la serenidad para ser consciente de que si lo que estoy creando en mi mente y por mi mente es realista o no. Si lo es y los demás no llegan a nuestros mínimos es porque no vibran en nuestra misma frecuencia y los dejamos ir. Sino lo es, debemos equilibrarlas y bajarlas al suelo que pisamos.
Vivir sin deseos, como muchos grandes maestros iluminados y yogis, desde luego es una posición muy avanzada de paz interior y equilibro eterno, pero muchos de nosotros no estamos en este mundo para vivir así, sino para experimentar las emociones en todo su apogeo y en todos sus momentos. Siendo quienes acompañamos a esas emociones y dejamos que se enciendan, estallen, fluyan y se liberen. Solo así aprendemos y evolucionamos. Una y otra vez.
Por eso lo mejor es llevar el foco a uno mismo, centrarse, dejar de huir hacia adelante sin rumbo, todos los caminos llevan a que te encuentres a ti mismo. Que llegues a ti. Una vez que partas de ahí, desde tu corazón, la vida despertará ante ti. Entendiendo por fin que todo es como tiene que ser. Que todo es perfecto. Y que tu y el otro y aquellos sois todos perfectos. Que todos somos víctimas y somos verdugos. Que no hay malos ni buenos. Que no hay culpas ni culpables. Son lecciones, aprendizajes, experiencias. Y si nos aferramos a ellas sólo nos ponemos excusas para distraernos de ser lo que nuestra esencia es por derecho propio: «feliz».
Vivamos en el aquí y en el ahora, en el momento presente. Fluyendo desde el corazón. Recibiendo con bendiciones cada amanecer, agradeciendo desde el amor cada puesta de sol. Y disfrutando con una sonrisa del embrujo mágico de la luna.
No entendi nada pero se que cuando se vive sin esperar nada de la vida y de nadie. Cuando no tienes sueños ni metas. Todo te empieza a importar un carajo y entonces la vida se hace menos pesada porque no te importa nada. Pero tambien vivir de esa manera te lleva a tener una existencia miserable. Sencillamente es como estar muerto por dentro. No sonries no ries no disfrutas no te alegras no sabes para que seguir vivo.
Muchas gracias por tus palabras y compartir tu reflexión. Estoy de acuerdo contigo que hay que vivir con ilusión, con alegría, sintiéndote vivo. Se trata de gestionar las expectativas que ponemos a las cosas o a las personas. Muchas veces proyectamos nuestras carencias en los demás o no nos comunicamos desde la honestidad con los demás y por regla generar lo que esperamos y lo que recibimos no tiene nada que ver. Por otro lado cuando vives fluyendo con la vida, abierto a lo que ésta te va ofreciendo, te sorprende y te llena de alegría también. Solo es una opinión, todas las opiniones son válidas. Gracias por tu aportación. Un abrazo.
Me gustan tus reflexiones, pero cómo gestionas o explota ésa materia prima que tienes dentro de ti????
Muchísimas gracias Ana. Supongo que todo es un conjunto de experiencias, sensaciones, intuiciones, pensamientos, que de forma inconsciente brotan. Si tienen sentido para alguien será una bendición.