EL MAR

por | Ago 30, 2018 | Reflexión | 0 Comentarios

Miro el horizonte que tengo frente a mí y me siento profundamente feliz, agotada, agradecida, formando parte de este escenario de paz y serenidad. Dentro de la bahía el mar se extiende libre, inmenso, poderoso, en este momento en calma, con destellos grises y rojizos. El cielo se prepara para decir adiós al sol mientras se va escondiendo dulcemente en el agua. Flotando con el velero bien anclado, me siento transportada a un estado de plenitud, el ahora deja de ser una palabra para convertirse en una realidad nítida, muy presente, siento una explosión de amor hacia todo lo que me rodea, y en especial hacia mí misma y reconozco que soy afortunada.

Hace tan sólo unas horas antes hemos vivido un mar bravo, con un bramido seco gritándonos, un viento violento que golpeaba las velas y dificultaba el timón, con rachas mejores que nos permitían una tregua y otras que nos obligaban a agarrarnos con fuerza, unas olas cortas que a medida que pasaba el día iban creciendo y salpicaban empapándonos, una tripulación con la boca seca, el estómago cerrado, con un estado de alerta fijo, manteniendo el pánico guardado a buen recaudo y el miedo en un bolsillo pequeño, tratando de anticipar cualquier eventualidad.

Y en el mar siempre pueden existir eventualidades.

Siempre hay que mirar el nivel de combustible aunque no siempre haya tiempo para hacerlo en la vorágine de otras urgencias, siempre hay que llevar la radio cargada, tan obvio como fácil de olvidar, siempre hay que tener las velas perfectas y los cabos nuevos, pero el uso hace que el mantenimiento no siempre sea el adecuado. Siempre hay que calcular que el tiempo estimado y el tiempo real de travesía se puede multiplicar, mejor no ir justo de luz diurna. Siempre hay que tener un motor a punto, y revisado para no quedarse parado a merced del viento y las olas en mitad del mar. Siempre hay que entender que de la previsión de viento, hora a hora y el nivel de ola, es eso una previsión sujeta a cambios, la naturaleza a veces es una dama terriblemente caprichosa. Y siempre hay que contar que todo puede suceder al mismo tiempo en el mismo momento, que coincide en ser el menos indicado…

Y todo esto no deja de ser un símil de la vida misma, porque en la vida también pueden existir eventualidades, hay momentos de serenidad y calma y hay otros momentos en los que sientes la adrenalina saliendo por cada poro de tu piel. Hay momentos en los que no has tenido en cuenta las cosas mas obvias, porque la mente divaga de un lugar para otro lejos de lo que realmente estas viviendo, y cuando te das cuenta, hay una dosis de culpabilidad que hay que echar a alguien o a uno mismo, en vez de mantener la mente fría, equilibrada, práctica y resolutiva. Hay momentos que descuidamos nuestro cuerpo, nuestros pensamientos, nuestras emociones y antes o después nos pasan factura. Hay momentos en los que hay que tener en cuenta la relatividad del tiempo y que cada cual entiende el tiempo según su criterio. Hay momentos en los que no calculamos las consecuencias de nuestros actos y reaccionamos desde lo visceral y éstas, las consecuencias, siempre vienen a buscarnos, a cobrar su recompensa. También que hay momentos en que todo se confabula con los astros para que nos suceda en el mismo momento muchos cambios, muchos giros; en un principio nos ahogamos, pero luego nos damos cuenta que tenemos una fortaleza inquebrantable que nos brota de dentro.

Por todo eso y por mucho más, tratemos de aceptarnos como somos, entendiendo, a través de la compasión, que en cada momento procuramos ser la mejor versión de nosotros mismos y desde luego aceptar a los demás como son, no como nos gustaría que fueran. Aceptar que la vida es una constante de mareas cambiantes, temporales ocasionales y deliciosos mares en calma, que ninguno de ellos los podremos evitar, pero si decidir como queremos vivirlos, de una manera constructiva, paciente y tolerante con nuestras reacciones, sacando lo bueno de cada experiencia, perdonándonos si no lo hemos hecho bien del todo y agradeciendo la oportunidad de mejorar día a día. Cuando aprendemos que todo en la vida pasa por alguna razón, dejamos de luchar por el control de las situaciones y solo nos dejamos llevar y fluir. Que las rachas de viento serán suaves pero también surgirán de la nada vendavales y cuando más enraizados estemos en la tierra mejor podremos mantener el equilibrio. Que las estimaciones no son más que prejuicios de nuestro ego, que en la mayoría de los casos nos limitan, condicionan y nos radicalizan cerrándonos al sentido común y a la generosidad. Y sobre todas las cosas que no debemos tomarnos la vida demasiado en serio, esto no es real, solo es una ilusión, una luz encendida que en cualquier momento se puede apagar si pedir permiso. Así que vamos a vivir lo más felices posible desde la autenticidad, desde el corazón, sintiendo esa fusión con el amor como esencia pura de vida, cómo moneda de cambio permanente y viviendo desde quiénes somos realmente, sin máscaras, ni dudas, ni culpas, ni resentimientos, ni mucho menos rencores, entendiendo que todos somos uno, dejando de juzgar, que lo que hace el que tienes frente a ti sería lo mismo que harías tu en sus circunstancias y con sus zapatos puestos.

Desde ese velero veo caer la noche con su manto de estrellas, anclada en la bahía, con el horizonte cada vez más rojo, azul oscuro y gris. Me dejó transportar por la belleza del mar y del cielo, y sueño con mantener esa imagen en la retina durante el mayor tiempo posible dando las gracias una vez más por poder verlo consciente con mis propios ojos.

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