EL MOMENTO PERFECTO

por | May 21, 2020 | Relato | 0 Comentarios

Él había sufrido una de las mayores decepciones de su vida en pareja, ella recién había parcheado su corazón. Se encontraron cuando pisaban caminos diferentes, a diferente ritmo. Lo que sí tenían en común es que ambos confiaban en encontrar ese amor que los ideales de Disney habían creado, sin embargo los dos se habían despertado de forma brusca de una realidad de apegos mal entendidos, frustraciones mal digeridas y desencuentros constantes, con una comunicación poco eficaz y menos honesta.

Cuando se conocieron se gustaron pero les costaba encontrar la tecla que hace sonar la misma melodía. Aun necesitaban soltar y reencontrarse de nuevo, solos, cara a cara consigo mismos, aprender e integrar lo vivido no desde su punto de vista, sino desde una comprensión mayor sin jueces, ni víctimas, ni culpables.

Unicamente haciendo ese trabajo de reconciliarse consigo mismos podían hacerlo con su pasado y abrirse a un nuevo presente vivos, ligeros y libres.

Aún así, cada uno de ellos intentó agarrarse al otro cual tabla de salvación, forzar encuentros, revolucionar un motor que no terminaba de encontrar la marcha. Ambos se frustraban con el otro, sin saberlo. Y ambos creaban fantasías en sus cabezas que poco o nada tenían que ver con lo real.

El universo jugueteaba divertido con los dos, como si fueran dos niños pequeños, y no propiciaba su reencuentro. Cuando ella avanzaba él huía. Cuando él aparecía, ella se ocultaba. Los malos entendidos se acumulaban entre mensaje y mensaje de un deshumanizado texto. Llegaron a la conclusión unilateral que el otro no tenía ningún interés, o que tal vez hubiera terceras personas.

Aquel domingo ella se levantó temprano, se calzó sus zapatillas más cómodas y salió al monte, le apetecía pasear entre grandes árboles y vegetación, escuchando el murmullo del río. En la carretera de camino al sendero vio un mercadillo de productos locales. Paró el coche y decidió echar un vistazo.

Verduras exuberantes y fruta de temporada. Todo colorido, apetecible y sin prisas. Descubrió que estaban vendiendo guisantes frescos y tirabeques, miraría todos los puestos y los que le parecieran mejor los compraría. Y los vio, los más tiernos, los más verdes, uno de los empleados los estaba dando a probar. Estaban deliciosos. Se quedó esperando su turno para comprar.

Ensimismada en su mundo sintió que le tocaban el brazo, se dio la vuelta y le encontró sonriéndola. En ese momento hizo un repaso mental de las pintas que llevaba, pelos sin peinar, cara recién levantada, mallas negras y una camiseta blanca. El corazón se le aceleró. Él estaba muy guapo. Con ropa de montaña y manga corta.

-¿Te gustan los tirabeques? -Le preguntó,

-Me encantan, respondió ella.

-Bueno en ese caso, si no tienes planes, te invito a comer en mi casa la mejor receta de tirabeques del mundo.

-Si es la mejor no me puedo negar,

Todo surgió de forma natural, hicieron la compra, dieron una caminata por el monte mientras se iban mostrando el uno al otro con autenticidad, como si de una confesión se tratara. Regresaron a casa de él, disfrutaron de los tirabeques, y ella no volvió a su propia casa hasta tres días después para recoger algo de ropa.

Todo en la vida tiene su momento perfecto; cuando ya estas preparado para vivir una relación de pareja o un cambio de trabajo o un nuevo proyecto vital, aparece ante ti de una forma sencilla, natural, como caída del cielo en tus brazos.

Si algo se resiste, o no es la persona, o no es el momento, o no es para ti. Descartemos el control por sistema en nuestras vidas. Las expectativas con ansiedad e impaciencia. Los castillos en el aire alimentados de nuestros miedos y lastres.

Soñar es hermoso, forzar los sueños es fugarse del presente, detener en seco el fluir, apagar la aventura de vivir, condicionar la felicidad a unos resultados que anticipa nuestra mente. Exigir al otro que cumpla con lo que hemos creado sobre él, no con quien es.

Permitamos que, como una fruta madura de un árbol cuando esté lista, se deje caer, se deje comer, esté deliciosa, perfecta para ti; sin forzar, sin invadir, sin exigir, sin agobiar; desde la libertad, el respeto, la empatía y la aceptación. Vivamos el amor, la dicha, la sorpresa, pero si hablamos de amor, que sea consciente.

Cada vez que quedo con ellos, me encanta verles. Para mí son el reflejo de una pareja enamorada. Y eso que aún resuena en mi cabeza, el lamento de ella, unos meses antes al recibir algún mensaje….. » voy a pasar de él. No me hace ni caso»…… Menos mal que ese universo caprichoso unió sus caminos en el instante adecuado, en el momento perfecto.

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