Desde hace unos meses asisto con una mezcla de alegría y miedo a la defensa pública y masiva de la mujer y a la reivindicación de unos derechos igualitarios para mujeres y hombres. Alegría por ver por fin a tantos hombres y mujeres alzando la voz en pos de la igualdad de derechos y obligaciones; miedo por la posibilidad de que culpabilicemos a los hombres en su conjunto produciendo de nuevo un desequilibrio, esta vez en sentido opuesto. Espero y deseo que muy pronto el Amor, la Libertad y la Paz inunden nuestros corazones, el de hombres y mujeres, para por fin caminar de la mano sin importar el género que hayamos elegido para encarnar esta vez.
Y para ayudaros en el difícil arte de la comprensión y aceptación de lo diferente trataré de acercaros a la energía femenina y masculina desde una visión distinta a lo puramente físico o social.
La diferencia entre el género masculino y el femenino se basa principalmente en cuál de las dos energías, la masculina o la femenina, elegimos manifestar de manera más presente, más intensa. Ambas energías son principios creadores indispensables para el movimiento de la vida, sólo que actúan de maneras diferentes.
La energía femenina es aquella que acoge, que prepara las bases, que manifiesta el amor en su expresión más delicada y sensible, en su expresión más sensitiva. La energía femenina es impulsiva pero suave. A través de ella podemos llegar sin miedo a todos los rincones de nuestro ser para acogerlos, abrazarlos, arroparlos. Es desde esa energía femenina desde la cual todos nos comunicamos con la Madre Tierra, con los elementales, con la Luna.
Esto no quiere decir que todas esas cualidades estén únicamente presentes en las mujeres porque, como he dicho al principio, la energía femenina está presente en cada uno de los seres, por tanto, también está presente en los hombres. La diferencia es que los hombres, al haber elegido representar de una forma más intensa la energía masculina, para expresar todas estas cualidades de la energía femenina deben esforzarse en buscarlas porque por elección, lo que al hombre le llegará de manera más innata serán las cualidades de la energía masculina, cualidades igualmente necesarias, igualmente luminosas, imprescindibles para el fluir de la vida.
La energía masculina, también creadora, manifiesta la fuerza y la voluntad, el tesón y la constancia; empuja, desbloquea con ese torrente de energía poderosa. Es como un remolino de fuerza, de vida. Es a través de esa energía masculina desde donde nos conectamos con El Sol.
Sin la base que crea la energía femenina la energía masculina no podría crear nada, de la misma forma que sólo cimentando y acogiendo no es posible la creación.
Son dos energías totalmente complementarias e imprescindibles la una para la otra, es por eso que ninguno venimos desprovistos de ninguna de ellas.
Las que esta vez hemos elegido experimentar como mujeres deberíamos hacer el esfuerzo de reconocer en los hombres esa parte de nosotras mismas que está presente en ellos también, ayudarles a encontrarla, a reconocerla, pero sobre todo apoyarles en ser libres para expresarla; debemos deshacernos de todos esos patrones arcaicos que han sobrevivido por tantas eras y que nos limitan tanto a ambos, hombres y mujeres.
De la misma forma, reconocer en nosotras mismas la energía masculina que recorre todo nuestro ser nos ayudaría a sentirnos más completas, más plenas.
La energía masculina no es dura, no tiene aristas, no es opresiva ni limitante; esa es la forma en la que el hombre la ha utilizado durante tantos milenios. La energía masculina es también protectora, es aventurera, iluminadora, creadora. Es como un torbellino de aire que nos impulsa a movernos, que lo refresca todo. Y eso también recorre nuestro ser, amadas mujeres.
Deberemos aprender a equilibrar ambas energías en nosotras para manifestarnos en total plenitud, de la misma forma que los hombres deberán aprender a manejar esa energía masculina tan potente en ellos, a suavizarla con la energía femenina que incorporan también en su ser. Deberán liberarse de las cadenas que les oprimen y que les atan a unos arquetipos que ya no tienen sentido.
Necesitamos todos ser libres para manifestarnos en plenitud, para manifestar las dos caras de nuestro ser, masculino, femenino.
Es un camino que deberíamos iniciar ya recorriéndolo con amor, con paciencia, con comprensión, pero con la certeza de que es imprescindible para que exista Paz y Libertad y para que el Amor se manifieste en toda su magnitud.
Todos y cada uno de los seres que habitamos el planeta estamos llamados a encontrar el equilibrio entre la energía femenina y la masculina, expresando ambas en plenitud, acogiendo ambas en nuestros corazones y en nuestras mentes, expresando las virtudes de cada una de ellas, transformando todas aquellas limitaciones que ambas polaridades han manifestado en las últimas eras.
Aún tenemos por delante mucho que transformar como humanidad pero me siento profundamente feliz por los cambios que ya hemos conseguido. Gracias por vuestra contribución personal!
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