Otro día más en esa oficina, viendo a la misma gente, escuchando las mismas conversaciones una y otra vez, cambiando el tono cuando aparecía la jefa e incluso sacando alguna sonrisa forzada de algún lugar de las entrañas. Cada día le costaba más enfrentarse a la rutina de la oficina. Todo en ella le parecía una pantomina, con actores de patio de colegio.
Iba a un lugar que hacía tiempo le había dejado de gustar, con personas que nunca le habían gustado, y sacaba adelante un trabajo que sobre el papel podía parecer atractivo pero en la realidad no dejaba de ser un apaga fuegos mal pagado y con disponibilidad 24 horas, eso sí, el móvil era personal, entre todos los dispendios de la empresa no entraba facilitar móviles así como así.
Aquel día era especialmente malo, a todo lo anterior se sumaba que había cometido un error, del que no había sido consciente y que tenía consecuencias económicas para la empresa. Lo peor que podía pasarle, o lo mejor según se viera, era que la despidieran. Pero no es lo que le preocupaba, lo que le preocupaba era que un detalle así se le hubiera escapado de las manos.
El número de proyectos sobre sus hombros la desbordaba, se había quejado muchas veces, pero daba igual, cada año le iban cayendo más y más encima. La saturación, el cansancio, la desmotivación y el hastío profundo habían sido como una pantalla por la que ese olvido, ese detalle se había colado sin haberlo visto tan siquiera.
Los gritos de su jefa podían oírse en toda la empresa, tal vez de esta manera, podían llegarle al gran jefe, ese que se dedicaba a ser políticamente correcto con la cabeza bajo la tierra, y a sorprenderse de que en foros públicos sus empleados se quejaran del mal trato por parte de los directivos.
La escena fue tan surrealista que cuando la recordaba después no sabía si reir o llorar. Su jefa tenía que revisar las decisiones finales y a ella también se le había pasado por alto, comenzó gritando como siempre hacía, faltando al respeto y buscando culpables, esto de una buena defensa es un buen ataque lo llevaba al limite. Normalmente cuando se ponía así los demás o bien se callaban o le daban la razón.
Ese día, no, ese día dejó que gritara a pleno pulmón que perdiera la voz hasta salirle unos ridículos gallos, y justo en ese momento, le dijo la palabra mágica bajando mucho el tono: «tranquilízate». Después de escucharlo, se puso roja de ira, entró en erupción y fue tan intensa su reacción que se desmayó. El torrente sanguíneo golpeó con tanta fuerza que su cabeza no pudo resistirlo. Cayó fulminada en su despacho dejando el suelo lleno de presentaciones, informes y varios vasos de café medio llenos que arrastró en la caída.
Vinieron los servicios de emergencias y confirmaron que no había infarto, una vez tranquilizados todos, trataron de hacerla volver pero había perdido la consciencia y no regresaba. Las constantes vitales estaban bien, pero no conseguían hacer que despertara. Pasaron unos cuarenta minutos hasta hacerla volver. Cuando se incorporó y recuperó el control de la situación parecía otra persona, callada, más tranquila, más sosegada. Todos la miraban asombrados. Cuando pudo se levantó y desapareció sola de la vista de muchos.
Dias más tarde la jefa presentó su dimisión y juntó a todos en una sala de reuniones, se la veía completamente diferente, su aspecto, su forma de vestir, su actitud no era la misma. Esperó a que todos entraran y cuando todos estuvieron dentro, comenzó a hablar. Me voy de la empresa pero hay dos cosas que antes de irme quiero deciros. Perdón por todo lo que habéis tenido que soportar de mi, y gracias por toda vuestra ayuda y trabajo durante estos años. Me he dado cuenta que así no puedo seguir viviendo, ni seguir tratando a nadie. Y quiero comenzar una nueva vida, lejos de la empresa, lejos de los objetivos y lejos de los resultados.
La salida tan sorprendente de su jefa le hizo reflexionar sobre su propio futuro, ¿donde se veía ella? desde luego no allí, no quería terminar de esa manera, frustrada, infeliz y con un ataque de ansiedad que le podría costar la vida. Tampoco quería quejarse día a día sin cambiar nada. Y poco a poco, ella y otros tantos compañeros comenzaron a irse de allí, de un ambiente que se había vuelto tóxico, que en su momento había sido bueno para ellos pero que ya no lo era.
Al cabo de los años coincidió en un viaje organizado a Egipto con aquella jefa, ambas habían cambiado mucho, tanto que se convirtieron en buenas amigas. El olvido borró de un plumazo los años de presión, ansiedad y estrés. Y le confesó que aquel día había tenido una experiencia cercana a la muerte, que había visto un tunel con una luz al fondo, y que una voz amorosa la conducía por aquel tunel, si por ella hubiera sido, hubiera seguido hasta el final, pero él no la dejó, le dijo, que su vida no terminaba ahí, sino que era un nuevo comienzo.
No importa cuantas veces nos equivoquemos, no importa por qué caminos dirijamos nuestros pasos, lo que importa es te detengas, que mires dentro y analices si tu vida, tal y como la estás viviendo tiene sentido para ti. Y si te hace sentir feliz y agradecido, fluye, acepta, ama. Estás en el camino.
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