Todos hemos escuchado esta palabra, «fluir», nos sentimos identificados con ella, es un reflejo automático de algo que estamos procesando aunque no sepamos exactamente en qué consiste. Pero de alguna manera pensando en ello y aceptándolo ya nos estamos posicionando en el fluir.
Fluir es permitir que las cosas sucedan, sin intervenir, sin juicios, sin expectativas. Las cosas van a suceder lo permitamos o no. Lo que cambia es la sensación de paz con la que vivimos o el enorme estrés al que sometemos a nuestro organismo dándole vueltas a las cosas una y otra vez, entrando en una espiral negativa de la que no vemos la forma de salir.
Fluir puede parecer simple a algunos o imposible para otros. Pero no es ni lo uno, ni lo otro. No es simple. Estamos acostumbrados a controlar, o creer que controlamos, a controlar lo que pienso, lo que hago, incluso lo que otros hacen, esto lo hacemos todos los días de forma consciente o inconsciente. A manipularnos a nosotros mismos y evidentemente a los demás. Nos aterra tanto perder el control que estamos permanentemente asustados. ¿Porqué nos asusta tanto perder el control, si realmente nunca lo hemos tenido?. No podemos controlar nada. La vida es esa maravillosa aventura que a cada paso que damos puede cambiar de forma radical. Y por eso cuando la vida nos da un revés nos quedamos perdidos, como niños pequeños, asimilando y tratando de entender qué ha pasado, nos sentimos desvalidos, y adoptamos un papel de víctima, preguntándonos porqué nos ha pasado a nosotros y tratando de buscar a quien culpar.
Fluir es aceptar que estamos solos, pero que no debemos sentirnos solos, estamos rodeados de mucha gente a nuestro alrededor, a nivel físico o a nivel más sutil. Unas veces podemos estar en familia o en pareja, otras solos, otras con amigos. Todo forma parte de un proceso de aprendizaje y evolución. Debemos trabajarnos nosotros, mirar hacia dentro, cuidarnos desde dentro hacia fuera. Empoderarnos y expandirnos. No depender de los demás para ser felices, porque la felicidad no está en el exterior, ni dependemos de otros para obtenerla. Es un estado que vive o dormita en cada uno de nosotros.
Fluir significa sentirnos, observar sin juicios, tratando de aprender la lección, la experiencia o sacar lo positivo de lo que ha sucedido, sin culpabilizar a nadie, eso incluye a nosotros mismos, a trabajar el desapego en nuestras relaciones, amar permitiendo a los demás ser ellos mismos, a nosotros ser quienes somos y a aceptar lo que viene, como viene y seguir caminando. Si hay que tomar decisiones se hace de una forma neutral, desde el amor, desde el equilibrio de una mente serena.
Ni es imposible. Porque para fluir no hay que hacer nada. Solo respirar, llenarnos de aire, conectar con nuestra sabiduría y permitir. Y la vida sigue, y la vida abre su inmenso abanico plagado de luz y color, un día nos llena de alegría e ilusión, y otro día nos muestra otra cara menos amable de gestionar según nuestros viejos patrones de creencias. Y justo es ahí donde nos enseña. Gracias a estas lecciones más complejas aprendemos.
Fluir es dejar que la vida nos sorprenda. Fluir es permitir que la intuición aflore. Fluir es dejar entrar en nuestra vida lo que debe estar. Fluir es soltar lo que debe irse. Fluir es dejarse llevar de forma armoniosa por el camino del corazón. Fluir es integrar de forma natural la empatía, la aceptación, el desapego, la resiliencia y la felicidad.
Fluir no es una actitud pasiva de sentarte a esperar que los demás resuelvan tus problemas. Es tomar conciencia de qué eres, de quien eres, no lo que otros te han contado sobre ti, sino lo que tu has experimentado contigo mismo, reencontrarte y tomar las riendas de tu vida, aceptando a lo que has venido y trabajando para que tu misión de vida sea lo más fructífera y feliz posible.
Fluir es mirar al horizonte con ilusión, aceptación y amor, grandes dosis de amor. Ante la duda rocíales con amor, el camino será mucho más agradable de caminar. Y si te tropiezas, te vuelves a levantar, permítete todos los momentos, todas las emociones, todos los aprendizajes. Te caerás sintiéndote incapaz, torpe e inútil, y te levantarás sintiéndote fuerte, poderoso e invencible. Encuentra tu centro, tu equilibro, ese estado en el que te sientes bien contigo mismo, porque cuando lo encuentras, todo cuanto te rodea estará en resonancia contigo.
Puedes incorporarte, mirarte al espejo, sentirte orgulloso de ti, y repetirte: Yo soy amor, luz, felicidad y voy a fluir forma armoniosa con la vida.
0 comentarios