Un buen día me levanté, como cada día, con la misma rutina y cuando estaba vistiéndome con la coraza y la espada de repente me resultaron extrañas, ajenas, pertenecientes a unas necesidades del ayer. Fue entonces cuando me di cuenta qué había dejado de ser una guerrera y me desprendí de todo lo que ocultaba lo mejor de mi.
He dejado de ser una guerrera porque he entendido que la vida no es para pelearla estando alerta, tensa, inquieta sino para entregarse a ella con calma, dulce y plena calma.
He dejado de ser una guerrera porque ya no tengo que endurecer el rostro, ni rechinar los dientes defendiéndome, sino respirar el momento presente, sentirlo y abrazarlo con suavidad.
He dejado de ser una guerrera porque no necesito mostrar mi fuerza, está en mi interior latiendo, ha virado hacia la compasión y no hacia el ataque.
He dejado de ser una guerrera porque he aprendido a ir alejando el miedo, aunque sepa que como un viejo romance inacabado vendrá a visitarme de vez en cuando, hasta que le corte las alas por completo.
He dejado de ser una guerrera porque sé que no me vas a dañar si yo no lo permito, si yo no lo acepto y sobre todo si yo no lo vivo de esa manera.
He dejado de ser una guerrera porque estoy rompiendo máscaras de guerra mostrando mi cara limpia y desnuda, con el brillo de mis ojos como única barrera.
He dejado de ser una guerrera porque la risa es más poderosa que la ira.
He dejado de ser una guerrera porque he dejado de justificarme con los que no resueno, tratar de explicar a quien no entiende, tratar de argumentar con los que tienen siempre la razón, tratar de dialogar con los que solo saben hablar de sí mismos.
He dejado de ser una guerrera porque hay caminos que desde lejos ya sé que no están ahí para que los recorra, siempre hay otro mucho más luminoso, más alegre, que irremediablemente atrae mis pasos. Y en todo caso, sea como sea, es el que necesito en este momento para mi bien mayor.
He dejado de ser una guerrera en el instante en el que descubrí que mi piel es más resistente que una armadura.
He dejado de ser una guerrera al ver que los demás son un reflejo de mi misma, no una amenaza, ni un atacante. Nos rodeamos de quienes vibran en la misma frecuencia, cuanto más alta la cultivamos, más viviremos desde la Consciencia.
He dejado de ser una guerrera porque he abandonado la dureza para permitirme desplegar la vulnerabilidad de ser quien soy, desde la honestidad intrínseca del corazón de un niño.
He dejado de ser una guerrera porque ya no me peleo contra nada, ni nadie y mucho menos contra mi misma, tan sólo y sobre todo fluyo.
He dejado de ser una guerrera porque he conseguido llegar a ser consciente de que cuando estoy en un ambiente tóxico trato de observarlo con agradecimiento y humildad, tratando de entender la lección que me ofrece.
He dejado de ser una guerrera porque mi papel no es la de víctima, ni verdugo, ni juez, ni abogado del diablo, sino entender que todo es perfecto procurando mantener una visión compasiva.
He dejado de ser guerrera porque si vuelvo a despistarme en el laberinto de la fantasía, tan solo tengo que brillar para romper esos muros.
He dejado de ser una guerrera porque no quiero que se me escape la vida lamiendo heridas del ayer, ni proyectando batallas futuras, sino deleitándome con cada sentir del momento presente.
He dejado de ser una guerrera porque ya he dejado ir, no tengo nada que perdonar, tan sólo pedir perdón e indudablemente agradecer.
He dejado de ser una guerrera porque no he venido a herir, sino a sanar.
He dejado de ser guerrera y me siento mucho más feliz, enfocada y libre.
He dejado de ser una guerrera porque he cambiado mi espada por luz, mi coraza por amor y mis gritos de guerra por sonoras carcajadas.
He dejado de ser una guerrera porque he aprendido que no hay nada más valioso en esta vida que vivir en paz.
He dejado de ser una guerrera de Luz, porque la luz es amor. Y el amor no se defiende, ni se impone, ni se conquista. Simplemente se siente.
Hola Popi,
Esta…
«He dejado de ser una guerrera de Luz, porque la luz es amor. Y el amor no se defiende, ni se impone, ni se conquista. Simplemente se siente.»
….es simplemente magnífica.
¡Mil gracias!
Gracias, gracias, gracias a ti.
Gracias Popi.
Tu escrito me resuena y me ayuda. No estoy del todo ahí, pero si en camino
Muchísimas gracias Adrián. Cada uno tiene su propio camino consecuencia de sus propias experiencias, todo está bien, todo es perfecto, estas donde debes estar. Y si miras hacia atrás te sentirás profundamente orgulloso de ti, de todo lo que has hecho tu solo. Feliz camino, feliz viaje, feliz vida. Gracias, gracias, gracias.