HISTORIA DE AMOR

por | Oct 8, 2018 | Relato | 0 Comentarios

Me había escapado de la oficina para poder comer un sándwich en un parque cercano para que me diera el sol y que nadie me recordara las mismas conversaciones de trabajo de todos los días, con los mismos personajes del trabajo de todos los días y las mismas frustraciones del trabajo de todos los días. Era mi momento de paz y desconexión de la oficina.

Llego al banco y hay una mujer sentada, está impecablemente vestida y tiene algo que llama la atención, pero cuando la miro veo tristeza reflejada en su cara. Me siento en el otro extremo lo más discretamente que puedo y me dispongo a comer leyendo mi ebook, siento que la mujer que está a mi lado está llorando en silencio. Justo en ese momento me suena el móvil, es mi marido, siempre me llama a la hora de comer, es cuando tiene un descanso; nos encanta llamarnos a esa hora y contarnos todo lo que hemos hecho desde que nos hemos separado por la mañana, pero ese día habíamos discutido, él tiene la manía de apretar la pasta de dientes por el medio, en vez de por abajo y eso día tras día es algo que saca lo peor de mi. Al final nos habíamos dicho cosas que nos dolían. Hablamos con cierta tirantez. Cuando cuelgo el móvil, noto como la mujer me está mirando. Un poco avergonzada por la conversación la miro y veo su cara llena de lágrimas, con trazos del rímel por sus ojos.

“Cuida del amor, es algo que cuesta mucho encontrar y cuando por fin lo encuentras tienes que mantenerlo a salvo del paso del tiempo, de la rutina, de los egos y los orgullos, de las envidias, de las frustraciones y las mochilas que cada uno arrastra, del cansancio, del estrés, de las familias propias y ajenas, de la sucesión de acontecimientos en la vida, y de la muerte. No os acomodéis, mantener la ilusión viva en el amor es un trabajo de todos los días y de los dos en perfecto equilibrio” después de decirme esto, me contó su historia. “Conocí a Martín cuando era una niña de 12 años y me enamoré perdidamente de él, era amigo de mis hermanos mayores y miraba a todas las chicas menos a mi; pero me daba igual. Cuando yo tenía 16 años por fin un día, me habló, me dijo que estaba muy guapa, creo que no conseguí dormir bien en meses, y aún recuerdo como sentí que me ardía la cara y me temblaban las piernas, mientras mis hermanos se reían de mi. Unos días después Martín partió de mi vida porque sus padres se mudaban de ciudad. Me quedé desolada, llorando sin consuelo e incomprendida porque mis padres no entendían que me estaba pasando.

Al cabo de los años conocí un chico, que no era Martín, pero era bueno y tenía unos preciosos rizos en el pelo, Tomás, nos hicimos novios, me pidió que me casara con él y le dije que sí. Pero el destino es muy caprichoso, la noche antes de casarme, salí con mis amigas de despedida de soltera y bailando me encontré con Martín que había venido por trabajo, al verle volví a sentir qué era estar enamorada y que era no estarlo. Martín me había visto como la hermana pequeña de sus amigos y por primera vez me veía como una mujer; me confesó que él también se había fijado en mi desde hacía años pero que yo no le hacía ningún caso; no nos separamos en toda la noche, ha sido una de las noches más mágicas de toda mi vida. Pero yo me casaba en unas horas, ya estaba todo organizado y no podía echarme atrás, una parte de mi se quería ir con Martín y la otra sabía que no podía dejar a Tomas así, de esa manera. Y fue esta otra parte la que triunfó, la del deber. Me casé con Tomás pero mi corazón no estaba con él. Al cabo de los meses me di cuenta qué estaba embarazada y no sabía muy bien de quien de los dos podía ser, con esa duda viví hasta que nació mi hija, era el vivo retrato de Martín. Continué con mi matrimonio y mi vida, alejada de lo que sentía unos cuantos años.

Tomás murió de un cáncer de pulmón. Fue un proceso duro, doloroso y triste. Era un gran hombre, un gran padre y me sentía profundamente culpable porque era incapaz de amarle como él se merecía. Meses más tarde en casa de uno de mis hermanos en una reunión familiar y de manera casual coincidí con Martín de nuevo, al ver a mi hija lo entendió todo. Nadie le había dicho nada, fue algo que todos mantuvimos en secreto por respeto a Tomás. Ese reencuentro volvió a avivar el fuego de nuestros sentimientos, pero en este momento era él el que estaba casado. Nos mantuvimos en contacto todos los días, nos confesamos nuestro amor, nuestro gran amor, día tras día, él con su vida y yo con la mía y así vivimos una relación imposible, pero acompañados. Su mujer sufrió un ictus que la dejó paralizada en una silla de ruedas y él estuvo cuidándola hasta que falleció hace tres meses.

Después de todo esto, comenzamos a vivir juntos y hemos sido felices, muy felices. Estos tres meses han sido los más felices de toda nuestra vida. Hoy íbamos a casarnos, nos hacía mucha ilusión a los dos. Yo he salido antes de casa y he estado esperándole aquí, pero no aparecía, hasta que me ha llamado la policía para decirme que le habían atropellado y había fallecido en el acto. Tengo que ir a reconocer su cuerpo, pero algo en mí sabe que ya no está en el mundo de los vivos, lo sé, lo noto, y no tengo fuerzas para levantarme de este banco y afrontar la vida sin él. Nos ha durado muy poco la felicidad juntos, pero es, ha sido y siempre será el amor de mi vida. Me siento muy afortunada por haberlo vivido. Y me quedo tranquila por haberle dicho hoy, antes de salir de casa, lo mucho que le quería”.

Ese día cuando me reencontré con mi marido le abracé muy fuerte, casi haciéndole daño. Me preguntó si todo iba bien, y sólo le dije que le quería con locura. Me había dado cuenta de como desperdiciamos los momentos de nuestra vida. Estaba con él, ya nada más importaba. Y mucho menos por donde empujar la pasta de dientes.

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entradas recientes

Categorías

SUSCRÍBETE A NUESTRO BLOG

SÍGUENOS EN YOUTUBE

Pin It on Pinterest