No tengo por costumbre rehuir las experiencias que la Vida me ofrece.
No suelo esquivar aquello que planifiqué antes de encarnar.
Pero sí tengo tendencia a huir hacia adelante cuando las situaciones me superan.
Eso significa que a veces atravieso la Vida como una mezcla de Caballo Percherón y Mustang
El nervio y la impaciencia del Mustang me empujan a no permanecer en calma, a no mirar con serenidad el aprendizaje que se me presenta, a galopar rápido hacia adelante atravesando la experiencia para poder aprender de ella cuanto antes.
Y sin embargo, al cruzarla tan aceleradamente estoy intentado huir.
Hacia adelante, sin esquivar la situación, pero huir al fin y al cabo.
Mientras tanto, el caballo percherón que también me habita va cargando con todas las experiencias no integradas, con todas las responsabilidades no aceptadas, con todas las acciones inconclusas.
Hasta que un día, un magnífico y brillante día, lo que cargo en el corazón y en mi espalda pesa tanto que no me deja huir, ni siquiera hacia adelante.
Mis emociones se desbordan, mi cuerpo físico se agota, mi ánimo se derrumba.
En ese instante, si lo permito, todo aquello que llevo en la mochila vuelve a mostrarse con nitidez para darme una nueva oportunidad de mirarlo con serenidad, sin miedo, sin juicio, sin responsabilidad.
Entonces comprendo que huir, aunque sea hacia adelante, sólo dificulta mi avance, limita mi libertad, hiere mi corazón.
A veces en la Vida, creemos que estamos aceptando los aprendizajes que un día elegimos cuando en realidad lo que estamos haciendo es pasar por ellos de puntillas, sin implicarnos, sin poner consciencia.
Es como pasar de curso con las asignaturas del curso anterior sin aprobar.
Llega un momento en que el número de materias a superar se hace tan elevado que nos asfixiamos y abandonamos.
O no abandonamos, pero seguimos avanzando con una sensación de pesadez, culpa y dolor que nos hace muy difícil disfrutar de la Vida.
Las experiencias llegan a nosotros por elección personal, nadie ni nada nos las impone.
Y nuestro libre albedrío nos posibilita elegir aprender de ellas o no hacerlo. La única diferencia entre ambas opciones es el nivel de ligereza y felicidad con el que continuaremos el viaje.
Por ello, lo más sencillo es aprender las materias elegidas de una en una.
Siendo conscientes de lo que representan en nuestra vida, viviendo el momento presente sin huir hacia un futuro que no existe, dando lo mejor de nosotros mismos en cada una de ellas.
Si vives como yo lo hago a veces, huyendo hacia adelante, mi consejo es que de vez en cuando detengas tus caballos y vacíes las alforjas.
Mira con detenimiento qué guardaban y permite que esos aprendizajes inconclusos regresen a ti para poderlos integrar con amor y aceptación, sabiendo que hiciste lo mejor que pudiste hacer en aquel momento, sin juzgarte ni juzgar a otros.
Es momento de vaciarnos, es momento de cerrar ciclos, es momento de Vivir en Paz y Felicidad.
Galopemos libres, sin alforjas, sin huir.
Image by kudybadorota on Pixabay
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