Era una desapacible tarde de enero, en el exterior había estallado una fuerte tormenta con lluvia intensa, truenos y relámpagos, estas dentro de una cabaña de madera en la Sierra de Cazorla, una chimenea suspendida desde el techo en el centro de la cabaña calienta el ambiente. Todo el espacio es cálido, acogedor y agradable con velas encendidas alrededor.
La cabaña está recién estrenada, huele a madera y a limpio. Es moderna pero funcional; en la planta de abajo hay un gran salón, un pequeño aseo y una cocina americana, unas escaleras de madera suben a una planta más elevada donde hay dos habitaciones y un baño amplio. Estas disfrutando de una escapada de fin de semana solo, tranquilo. Estás a gusto. No tienes sensación ni de frío, ni de calor, todo es perfecto.
Fuera de la cabaña hay nieve, la temperatura es bajo cero, llueve y comienza a caer pesadamente la noche. Acabas de picar algo, tienes una taza de té cerca, estas sentado en un sofá circular alrededor de la chimenea, con las piernas elevadas, mirando el fuego. Un libro reposa en tu regazo, pendiente de que lo leas. Te sientes en paz, feliz, en armonía perfecta contigo y con el lugar en el que te encuentras. Poniendo en orden tus pensamientos. Necesitabas poner distancia con tu pareja, estás bien con ella, pero no estás preparado para asumir más compromisos, no ahora, no en este momento. Cuatro hijos con custodia compartida y dos exmujeres peleando es más que suficiente por ahora. Y ella está resultando demasiado demandante. De repente el sonido de los golpes en la puerta te saca del estado de tranquilidad.
Quien podrá ser a estas horas, no esperas a nadie. Te levantas y con cierto recelo te acercas a la puerta y preguntas antes de abrir, ¿quien es? Por favor ayúdame, te responde una voz de mujer. Sin quitar la cadena de seguridad, abres la puerta con cautela, y ves a una mujer de unos treinta años, de larga melena rubia empapada de agua. Te apresuras a abrir de nuevo pero quitando la cadena y le invitas a pasar. Te cuenta que se ha caído en el lago que hay frente a la cabaña, que estaba haciendo kayak, sin saber cómo perdió el equilibrio y volcó en el lago, consiguió salir a la orilla y ha estado caminando en busca de ayuda, no sabe donde ha dejado exactamente el coche y necesita secarse antes de coger una pulmonía.
Te produce empatía, la compadeces casi por instinto. Le indicas donde está el cuarto de baño y le das ropa seca y un par de toallas. Te da las gracias con una sonrisa franca. Vuelves a sentarte tranquilamente frente al fuego pendiente de que se encuentre bien. Al cabo del tiempo, sale del cuarto de baño seca y más tranquila. Dentro ha dejado su ropa colgando dentro de la bañera.
Te cuenta que ha perdido una bolsa estanca donde llevaba el móvil, las llaves de su coche y un poco de dinero. siempre lo llevaba colgado cuando hacia Kayak, pero minutos antes de caerse se lo había quitado porque quería hacer una foto con el móvil al cielo que estaba precioso. Te dice que necesita hacer una llamada a su marido. Normalmente no eres tan confiado, pero hay algo familiar en esta chica que te hacía sentir seguro.
Así que le ofreces el móvil para lo que necesite y le dices que tienes sitio en la cabaña para dormir para que su marido no tenga que moverse a esas horas de la noche, que mañana le ayudas a localizar el coche. Marca a su marido sentada en el sofá frente a ti y escuchas la conversación le explica que está bien, le dice que le quiere y le pide que le perdone, que siente que le ha no ha sido justa con él y necesita asegurarse que él la perdona. También le explica que se quedará a dormir en la cabaña. Cuando cuelga está mucho más tranquila.
El resto de la velada transcurre hablando entre los dos, ella cuenta cosas de su infancia en el norte de España, de su vida, tiene sentido del humor y es amena también te pregunta por tu vida. Le cuentas lo que te está pasando con tu novia, ella te escucha y te dice que en vez de «escapar» porqué no le explicas lo que te pasa, de una forma honesta y clara. Filosofáis y arregláis el mundo entre risas y confidencias. hasta que ya comenzáis a estar cansados. Ella de nuevo te da las gracias por todo, te vuelve a decir lo importante que era para ella arreglar las cosas con su marido y te desea un feliz descanso pese al ruido atronador de la tormenta y la lluvia.
Caes rendido al sueño, cuando te despiertas temprano, al no oír ruido, te levantas sigilosamente y decides preparar el desayuno para los dos. Echas más leña al fuego que aún tiene brasas. Y preparas la mesa para que cuando se despierte lo tenga todo listo. Como no hay movimiento en la habitación, comes tu, te duchas, sales a dar un paseo frente al lago no sin antes dejarle una nota.
El día es radiante, luce el sol y el paisaje nevado con el lago enfrente es impresionante. Oyes el ruido de un helicóptero en el cielo de la guarda civil que rompe el silencio. De la nada aparecen también dos patrullas en un cuatro por cuatro. Y una ambulancia les sigue. Al igual que tu otros vecinos de cabañas también han salido y están paseando. Así que preguntas que qué ha pasado. Y te cuentan que se ha ahogado una chica la noche anterior, han encontrado el cadáver en la orilla unos vecinos paseando un perro y han llamado a la Guardia Civil.
Con esa curiosidad morbosa que tiene el ser humano te vas acercando donde han encontrado a la chica, de momento está tendida y descubierta; por un momento crees reconocer la ropa que lleva, te acercas un poco más aunque te intentan detener los agentes y le ves la cara. Te quedas paralizado y te das cuenta que es la misma chica que ha dormido en tu casa.
Te das la vuelta y regresas a la cabaña corriendo, entras y todo está igual como lo dejaste, con el desayuno puesto para ella, la nota en la mesa, entras en la habituación donde ha dormido la chica y no hay nadie, ni signos de que nadie haya dormido ahí. Entras en el baño y tampoco hay ropa mojada secando. Te estás volviendo loco. Te estás preguntando si todo lo has soñado. Y ha sido un sueño, un mal sueño.
En ese momento, suena tu móvil, no reconoces el número, lo coges y al otro lado hay un hombre, el marido de la chica, acaban de informarle que la han encontrado ahogada, pero ayer había hablado con ella desde ese teléfono, y necesita entender qué está pasando. Al parecer tuvieron una fuerte discusión por un malentendido y ella se fue de casa dando un portazo.
Te estremeces al escucharle. Le cuentas todo lo que pasó y lo que te dijo. Ni él, ni tu sois capaces de explicar nada de lo sucedido, pero ambos sabéis que al menos no lo habéis soñado, sino que por alguna razón ella se despidió de él, a través de ti. Ambos os habéis quedado con una sensación de paz. Sin miedo. Sin recelo. Sin dolor. Sólo paz, una paz muy profunda.
Llamas a tu chica, «Te quiero mucho, pero no puedo darte más, por ahora. Necesito organizar la vida con mis hijos». Ella te contesta «Lo entiendo perfectamente, perdóname he sido muy desconsiderada.»
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