Todo nace del mismo punto; ese instante o lugar al que llamamos “punto cero”. Es ese movimiento de expansión en el que todo lo que se inicia.
La necesidad de experimentación llevó a aquel punto cero a duplicarse.
Entre ambos se generó un movimiento energético que les mantendría unidos por siempre, porque eran parte de lo mismo solo que en un lugar, tiempo y forma diferentes; y cada uno de esos puntos volvió a expandirse de nuevo y así sucesivamente.
La Flor de la Vida es la representación geométrica de ese movimiento de expansión.
Cada uno de esos puntos están conectados mediante una esfera o mediante un círculo (dependiendo de cómo lo queramos ver)
Cada una de esas esferas o círculos representan la forma, el tiempo y el espacio en el que cada uno de esos puntos, en el que cada una de esas conciencias se manifiestan.
En nuestro planeta, en nuestro plano dimensional, representan nuestra encarnación, la encarnación de cada uno de los seres que están experimentando en Gaia.
Cada uno de nosotros a través de nuestros deseos, de nuestros planes, pero también a través de nuestras emociones y pensamientos, de nuestras acciones, generamos una manifestación única y especial de La Vida, del Espíritu, manifestando en nuestras realidades un escenario único y particular, diferente al resto.
Ese escenario único que manifestamos es compartido en parte por todos cuantos seres intervienen en nuestra vida, interactúan con nosotros.
Una parte de esa realidad que manifestamos será también una parte de su realidad.
Y es así como se representa en esa geometría que llamamos Flor de la Vida; círculos o esferas que se entremezclan, quedando así todos nosotros conectados, bien por nuestras propias realidades, bien porque compartimos realides con otros que a su vez comparten realidades con otros, y así de manera infinita.
No sólo hace referencia a los escenarios que compartimos los seres humanos sino que también compartimos esferas con todo lo creado en este planeta.
Todo lo que existe en Gaia está rodeado por campos de energía que representan esta geometría.
Hilos que a nuestros ojos son invisibles nos conectan con todo lo que es en Gaia, con todas sus dimensiones, con todos su planos vibracionales. Y así, la Flor de la Vida tiene diferentes densidades en función del plano al que nos conectamos.
De la misma forma la Flor de la Vida se puede representar de todos los colores que somos capaces de percibir.
En función del color con el que se represente estará expresando a qué nivel estamos conectando con el resto de la creación en Gaia.
Si nos conectamos desde el plano del Amor la Flor de la Vida se representará de color rosa, si lo hacemos desde la fuerza y la constancia, desde la voluntad se representará en azul, si es a nivel de conocimiento y sabiduría el color que manifestará será un amarillo dorado.
Y así sucesivamente con cada una de las llamas, con cada una de las vibraciones a nivel de color que podemos experimentar en nuestro nivel vibracional.
La Flor de la Vida representa el todo en la individualidad y la individualidad en el todo.
Representa a cada una de las chispas divinas perteneciendo a una chispa mayor, inclusiva.
Podría asemejarse a las células de nuestro cuerpo.
Células individuales, a veces con funciones muy diferentes, con objetivos en nuestro organismo totalmente distintos pero constituyendo entre todas ellas un único cuerpo con un funcionamiento perfecto.
Cada una de esas células colabora con otras en su propio objetivo y colabora con células que tienen objetivos complementarios y estas a su vez con otras que tienen objetivos complementarios a ellas y que por lo tanto están unidas con las primeras a través de estas últimas, de manera que al final el funcionamiento del cuerpo es perfecto y todas forman parte de un todo único, pero sin perder su individualidad.
Eso es lo que somos todos. Chispas individuales formando un todo perfecto y único.
Eso es lo que representa La Flor de la Vida.
Cada vez que trabajemos con esta geometría sagrada recordaremos este mensaje.
Con ella conseguiremos equilibrar nuestros cuerpos sutiles y sintonizarlos y conectarlos con los del resto de aquellos que nos acompañan en este plano, en la vibración de este planeta.
A medida que nuestra vibración se eleve conectaremos con otros planos dimensionales y por tanto con otros seres que estén en esa misma dimensión que formarán con nosotros La Flor de la Vida en otra dimensión, pero unida y cohesionada con todas las demás.
La Flor de la Vida conectará nuestro corazón y nuestro timo, si es nuestro deseo, con la certeza de que todos somos uno pero sin el miedo a dejar de ser nosotros.
Dejemos que esta geometría mágica y amorosa nos ayude a regresar al centro de todo, a nuestro propio origen, al origen de todos.
Imagen de Doreen Sawitza en Pixabay
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