LAZOS DE SANGRE
Este fin de semana he asistido a la boda de una de mis primas.
Una boda siempre es un acontecimiento lleno de amor, risas, sueños, música y baile.
Esa mágica celebración tiene el poder de pararlo todo y devolvernos por unas horas a la felicidad más plena y al amor más incondicional.
Es contagioso.
Todo el que asiste se ve inmerso en un maremoto de emociones embriagadoras que nos reconectan con la Vida, con el compartir, con nuestra parte más lúdica y más desinhibida.
Por eso, que te inviten a una boda es un gran regalo, especialmente si los que te invitan son parte de tus lazos de sangre.
Es una ocasión maravillosa de poder disfrutar de los miembros de la familia que no ves tan a menudo y de sentir la fuerza de tu clan rodeándote con cada mirada, con cada abrazo, con cada risa.
Estuve rodeada del amor de mi hermano, de mis primos y primas, de nuestros hijos (la siguiente generación va creciendo!) y del amor de todos los que se han ido sumando al clan pero con los que no comparto lazos de sangre (pero no por ello menos importantes en mi vida: mi compañero de Vida y Alma, mi hermana de corazón y mis primos y primas de corazón).
Como en todas las familias, por nuestra sangre discurren creencias limitantes, secretos ocultos, palabras no dichas, sueños no cumplidos y una infinidad de obligaciones que nos dificultan el fluir libremente con la Vida y con aquello que nace en nuestro interior.
Pero lo que olvidamos a menudo es que a través de nuestras venas y de nuestros lazos de sangre también se expresan los dones y regalos que nuestro linaje nos entrega.
Y este fin de semana lo he visto con nitidez.
Cada vez que miraba a uno de los miembros de mi familia conectaba con un regalo único y maravilloso que mi clan me ha entregado.
Capacidad de superación, honestidad, generosidad, bondad, fuerza, constancia, libertad, fluidez, tolerancia, resiliencia y muchos, muchos más.
Cada uno de ellos encarnan una o más de esas cualidades y me recuerdan que en todas las familias fluyen los regalos.
También en la mía.
Ellos son un regalo por sí mismos. Su compañía y su cariño son lo mejor que mi clan podría entregarme.
Y por eso me siento feliz y agradecida de haber elegido esta familia en concreto y de que ellos me permitieran formar parte de este árbol.
Tenemos por costumbre enfocarnos únicamente en aquello que nos hiere o que nos separa de nosotros mismos y a menudo olvidamos que sin oscuridad la luz no brilla.
Juzgamos a los miembros de nuestra familia sin conocer qué experiencias han vivido y cómo las han integrado, miramos hacia atrás con la sabiduría del presente sin comprender que eso es jugar con ases en la manga.
Pero en algún momento, otros harán lo mismo con nosotros si no iluminamos nuestra familia con el manto de la compasión y la aceptación amorosa.
Mi responsabilidad para con mi clan es expandir los dones que me son entregados para poder así iluminar y deshacer las limitaciones que también invaden a los miembros de la familia.
Antes de encarnar, elegimos un árbol familiar; aquel que creemos nos ayudará mejor a conocer nuestras fortalezas y a expandir aquellas facetas que aún están en desarrollo.
Cada una de las ramas de ese árbol son imprescindibles para que broten las hojas y después sus frutos.
Incluso la que nos pudiera parecer enferma o estéril es necesaria para el crecimiento del árbol.
Renegar del árbol del que procedemos es renegar de nosotros mismos, porque somos parte de él, y además, por elección.
Pero eso no significa que debamos estar de acuerdo con todos los que componen nuestro clan, ni que les permitamos doblegarnos o herirnos, ni siquiera es necesario tener relación física con ellos; pero darles su sitio, ese que ocupan en nuestra familia, es lo que nos mantiene en equilibrio.
Todos estamos llamados a iluminar nuestro clan; rompiendo normas, haciendo las cosas a nuestra manera, viviendo más ligeros y menos condicionados, sintiéndonos imprescindibles y necesarios, porque lo somos. En definitiva, siendo felices.
Con cada pequeño cambio que seamos capaces de hacer, todo el clan se libera y los regalos que brotarán de él para aquellos que han de venir serán aún más brillantes y luminosos.
Así que, os invito a mirar con honestidad vuestras familias. Sin críticas, ni juicios, sólo con la intención de que la realidad se muestre más clara.
Y desde esa visión más nítida, abrid el corazón para recibir aquello que vuestro clan tiene para vosotros.
Aceptad sin duda ni miedo los regalos que fluyen desde vuestros ancestros para que podáis vivir con mayor libertad y serenidad, mirando hacia la Vida, sintiéndoos sostenidos y amados.
Y si es vuestro deseo, después podéis decidir qué hacer para aliviar las cadenas de vuestro clan y por tanto, las vuestras y las de aquellos que han de venir.
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