La civilización de Lemuria fue una civilización muy avanzada.
Había igualdad entre hombres y mujeres. A los niños se les trataba como lo que eran, semillas estelares, tesoros de La Fuente, que venían a mejorar, a incrementar la sabiduría de sus clanes, de sus familias, de sus sociedades.
Les encantaba vivir cerca del mar, del océano. El agua era para ellos no sólo la fuente de vida sino un medio en el que se encontraban en casa. Eran capaces de bucear sin medios que les ayudasen.
Sus fisonomías eran diferentes a las actuales, sus cuerpos estaban listos y preparados para pasar largo tiempo debajo del agua compartiendo así muchos ratos de ocio, de juego, de diversión con esos seres que tanto amaban, los delfines, las ballenas.
Estos animales se acercaban con naturalidad a las costas para disfrutar de su interacción con los lemurianos. Compartían conocimiento y anclaban con esa conexión humano-delfín/humano-ballena las energías de las estrellas, de otros planetas, de otros sistemas solares trayendo el conocimiento y haciéndolo evolucionar, amplificándolo, porque ahora estaba unido a la energía de La Tierra.
Así la humanidad y el planeta avanzaban rápido, crecían en amor y en sabiduría. Aquella civilización sólo se alimentaba de vegetales, frutas y de pequeños minerales.
La energía del Sol revitalizaba sus cuerpos, la energía del agua los limpiaba y les daba vida, no necesitaban más.
Amaban la música y el baile, amaban utilizar sus manos para expresarse creando con cualquier cosa que la naturaleza les proporcionaba pero también utilizando su energía, la energía que estaba a disposición de todos. Dominaban el arte de la cocreación.
Todo lo que hacían lo hacían desde el corazón, con esa conexión íntima y profunda con La Fuente, a través de la conexión con la Madre Tierra, con los elementales, con los cuatro elementos, con los animales, con las estrellas. Vivían en permanente conexión con todo, de ahí su sabiduría.
Como todas las civilizaciones había pequeños grupos más avanzados, bien por su origen estelar bien por su evolución personal en el planeta.
Esos pequeños grupos eran los encargados de expandir el conocimiento, de seguir probando e investigando nuevas formas de cocreación, de seguir rescatando sabiduría desde el fondo de sus corazones, desde esas conexiones con otros planetas y dimensiones, desde esa conexión con La Fuente. No lo hacían desde el poder ni desde el ego sino desde el amor más profundo no sólo por la humanidad sino por toda la creación. Hombres y mujeres componían estos pequeños grupos aportando cada uno desde su energía específica, la femenina o la masculina.
Algunos de estos seres eran los encargados de custodiar los templos de los grandes cristales, aquellos cristales que servían como catalizadores de esas conexiones con las estrellas y con la Tierra. Esos cristales eran los regalos de la Gran Madre, también los regalos del Sol, de nuestro Sol planetario y de nuestra Luna. Cristales de diferentes colores y por tanto con diferentes funciones y potencialidades. No se les veneraba como se venera a un dios externo y poderoso, sencillamente los amaban profundamente y agradecían su servicio, su función, por eso los custodiaban. No para preservarlos del mal de otros sino para que sintieran profundamente el amor que todos les profesaban.
Aquellas personas, aquellos seres que estaban con ellos permanentemente eran seres más avanzados cuyo conocimiento y energía, cuya vibración estaba lista para trabajar con estos cristales. No se trataba de una élite, sencillamente eran los que estaban preparados y formaban a otros para que continuaran con su labor. No eran grupos cerrados, sólo dependía del nivel vibratorio y de la evolución de aquellos seres que deseaban formar parte de ese grupo que trabajaba con los cristales.
Como veis era una sociedad casi idílica.
No estaba exenta de retos ni de conflictos entre ellos pero los solventaban conectándose con el amor, con la sabiduría, acudiendo a aquellos que eran más sabios, más amorosos y poder aprender así a vivir una vida más en paz, más en conexión.
La mayoría de ellos conocían perfectamente las propiedades de todo aquello que les ofrecía la madre naturaleza, no sólo para sanar sino más bien para no enfermar. Conocían las virtudes de los colores, de los minerales, de los cristales; a través de todo ello conectaban con la sabiduría del Universo, con la sabiduría de la Gran Madre Tierra y con su propia sabiduría.
Su intención era servir de faro para el resto de la humanidad. Estaban esperando a que llegara el momento, a que el resto de los pueblos que estaban dispersos por el planeta estuvieran listos para recibir esta información y estas formaciones, estos conocimientos.
Uno de esos pueblos, el más avanzado, fueron los Atlantes.
Pero no pudo ser…..
Mas leo sobre lemuria tengo mas coneccion con ellos el amor q tengo con el mar y todo loq dicen de ellos gracias por compartir.
Y los sueños q en estos ultimos tiempos se a venido dando es como un despertar de conciencia y sobretodo el movimiento del
espiral dentro de las olas del mar y la llegada a mi de un hamatite .