En nuestra vida nos debatimos entre dos grandes corrientes o niveles de vibración, la fuerza del amor que no siente límites, ni fronteras, que no ve obstáculos sino oportunidades, que es capaz de los mayores éxitos y logros por encima incluso de las capacidades físicas y psíquicas del ser humano y la fuerza del miedo que es justamente todo lo contrario. El miedo va sembrando en nuestra mente pequeñas raíces que van germinando a gran velocidad y que se ramifican sin cesar, nos paralizan, nos limitan, nos empequeñecen, nos enferman, nos atan, nos impiden arriesgar, tomar nuevos caminos, entregar corazones o acercarnos a nuestros sueños.
Cuando somos niños no tememos a nada, ni a nadie, por eso nuestros padres para “protegernos” en unos casos o “controlarnos” en otros nos asustan, “cuidado que te vas a caer, cuidado que te vas a quemar, cuidado no corras, cuidado no te alejes” …., en los colegios también utilizan el miedo y según cumplimos años vamos erigiendo y coleccionando miedos, como capas de una cebolla, cada miedo nos va rodeando y se va cerrando a nuestro alrededor. Y a medida que crecemos esas capas se van haciendo más y más densas y vamos acumulando más y más miedos. Siendo cada uno de nosotros un gran miedo andante, sin darnos cuenta, sin tan siquiera ser conscientes de ello. Una cosa es el miedo ante una situación de peligro real y otra es la enorme batería de miedos con los que nos vamos vistiendo día tras día y pretendemos vestir a los demás.
Y un buen día te levantas, miras a tu alrededor y descubres que no viajas porque tienes miedo a que te pase algo, que no haces un crucero porque te da miedo el mar, no hablemos ya de tirarte en alta mar a darte un chapuzón sin saber que hay bajo tus pies, que no subes a un avión porque te da miedo volar y cada vez que hay turbulencias sientes que el corazón se te sale del pecho, que evitas los ascensores porque tienes miedo a los espacios cerrados y padeces claustrofobia, que no vas a esquiar porque tienes miedo de caerte y romperte algo, que no te arriesgas vivir una relación de amor con quien realmente quieres porque tienes miedo a que te hagan daño y te conformas con historias vacías que controlas perfectamente, no cambias del trabajo que te aburre a morir porque te da miedo cambiar a algo nuevo y correr riesgos, no dejas relaciones tóxicas porque tienes miedo a quedarte solo. Y toda tu vida es miedo, miedo, miedo y más miedo. El grotesco monstruo del miedo cada vez se va haciendo más grande y mucho más peligroso.
Vivimos en una sociedad que alimenta los miedos porque así es mucho más fácil controlarnos, somos esclavos de los miedos con el espejismo de creernos libres. Vamos todos juntos como ovejas corriendo al mismo lugar aterradas, sintiendo el miedo unas de otras.
La única forma de vencer esos miedos es haciéndolos salir a la luz, saludándolos por su nombre, identificándolos uno a uno, sin juicios ni prejuicios. Comenzar a mirar hacia dentro de nosotros mismos en vez de huir hacia afuera, trabajar la paz interior, el equilibrio. Aceptando que están ahí, uno a uno, no negando su existencia, entendiendo el porqué se han ido afincando en cada capa, y comenzando a enfrentarte a ellos, ver que muchos miedos no son más que una mera ilusión, viejos fantasmas que han dejado de existir, antiguos patrones de mentalidades que ya dejaste atrás.
Cuando estamos felices vibramos con la fuerza del amor, que es una frecuencia alta y todo tiene una lectura positiva, cuando nos sentimos tristes vibramos con la fuerza del miedo, que es una frecuencia baja, y todo a nuestro alrededor tiene una lectura negativa. Tu eliges como quieres vivir tu vida, en qué nivel de vibración y consciencia quieres estar.
Así que cuando sientas que tu vida está dominada por tus miedos que te van colocando cadenas, pesos y anclas, y quieras salir de ahí, conecta contigo, con el amor universal, con la alegría, con la felicidad y eleva la frecuencia. Cambia tus pensamientos y cambiarás tu vida.
Tomate un tiempo para ti, siéntate cómodamente, comienza a concentrarte en la respiración, despacio, siente como el aire entra y sale por tus fosas nasales, conecta con ese espacio dentro de ti donde hay más calma y cuando te sientas en tu centro mira cara a cara a tus miedos, quítales la ropa, limpia el maquillaje, aprende de ellos, del porqué están ahí, agradece la lección y suéltalos, permite que la capa se evapore por completo y te permita elevar la vibración. Comienza a sentir el amor que habita en tu pecho, expándelo con generosidad y gratitud y fúndete en él. Lo único que puede vencer el miedo es el amor.
Como siempre, me ha encantado.
Muchísimas gracias preciosa