En la penumbra de la noche, cuando el mundo se adormece, me encanta salir fuera de casa o asomarme al exterior, respirar calma, libertad, apertura.
Ser consciente del latido de la vida en ese silencio. Siento que en esos momentos vienes a mi instantáneamente, cuando se apaga el ruido externo y emergen las voces del interior es cuando más presente te percibo.
Me acaricia tu aliento fresco en el cuello, siento un estremecimiento al tener la certeza que eres tu y sobre todas las cosas siento la emoción de esa explosión de felicidad chispeante, alegre, de una punzada de amor tan intenso como profundo que llena mis ojos de lágrimas y mi corazón de nostalgia.
Es una emoción que no pertenece a este mundo, ni puede expresarse con las palabras que conozco. Es una emoción que se siente desde dentro, desde lo más hondo, si quieres desde el alma, donde albergamos otro corazón, más noble, más entregado, más puro, más intenso, más amoroso, más inocente.
Ese gran corazón que está hecho de hebras luminosas de compasión y amor sin limites ni condiciones. El que todo lo puede, el que todo lo transforma.
Y sin embargo sé que siempre estás conmigo, a veces te siento más nítidamente en estos instantes de conexión, otras veo tu sombra, la densidad de tu luz, el halo de tu presencia o tu imagen en mi mente. Hay incluso momentos en los que sé que estás acompañado y sois varios los que rondáis a mi alrededor rociándome de paz.
Últimamente disfruto de algo nuevo para mi, estoy entre los dos planos, enraizada poderosamente a GAIA sintiéndola como pura energía, luminosa, densa, hermosa, llena de vida. Y al mismo tiempo estoy interactuando con consciencias luminosas en otros estados más sutiles.
Estoy junto a ellos sin ser materia, sin el cuerpo que conozco, tan solo como una proyección brillante, sabiendo intuitivamente que eso, esa forma, sustancia, presencia, soy, he sido y seré yo.
Cuanto más estoy en ese estado de consciencia de amor y paz, más quiero estar, es como una droga, más me gusta estar y experimento sensaciones nuevas, comunicación con otros seres, reconocimientos plenos, reencuentros, confesiones, recuerdos, certezas.
Esos instantes los he vivido esporádicamente en meditación, sin embargo ahora están en mi de otra manera, como si estuvieran anclados de una forma más permanente, o como si hubiera accedido a ellos, descubriéndolos al fin y dándoles permiso para mostrarse.
Sin hacer nada estoy contigo, con otros que son parte de mi, con los que me resultan familiares, con los que incluso no conozco pero sí contacto. Y el esfuerzo ahora no es lograrlo, sino detenerlo en algunas ocasiones.
Si tuviera que definirlo sería como acceder a otro mundo en el que no tiene cabida lo físico, lo mental, lo emocional, tan sólo eso que podemos llamar lo espiritual.
Estar en paz, rozar la poesía con las yemas de los dedos, alcanzar un estado armonioso, pleno, sublime, pero real.
Una bocanada de amor que te desnuda, para nada fugaz, un abrazo pleno, una fusión, intensa, sentida, transformadora….
Me permite ser consciente, más allá de la teoría, de que nunca estamos solos, cuando nacemos nos sostienen durante el proceso de ajustarnos a un cuerpo, cuando somos niños los vemos con naturalidad y cuando realizamos la transición nos acompañan en el camino de vuelta.
En estos momentos en los que hay muchos seres desencarnando y otros tantos encarnando, es cuando debemos recordar quienes somos, qué somos y qué estamos haciendo aquí.
El nacimiento es el primer día en una escuela de evolución y aprendizaje constante. Y la muerte es la graduación, la culminación de ese aprendizaje para volver a casa, al hogar, a donde realmente pertenecemos.
Pasito a pasito, con las creencias que cada uno tenga, poco a poco, desde el despertar de nuestra reconexión iremos cambiando la memoria de sufrimiento, dolor y miedo de lo que representa la muerte para nuestra cultura occidental.
Cuando te sientes luz eres únicamente una expresión del amor, sin emociones, sin pensamientos, rotundamente libre.
Que el viaje al interior te regale el reflejo de quien eres, único, perfecto, bello y amoroso.
Un ser de luz.
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